Hacer pedagogía de la Tecnoantropología no es fácil. Explicar qué es la Antropología como disciplina y qué hacen los antropólogos con sus conocimientos ya es, habitualmente, una tarea complicada. Complicada porque no hay una sola Antropología, sino muchas. Existe una Antropología Cultural clásica generalmente asociada al conocimiento del mundo tribal, la tradición, la identidad y el folklore. Hay un Antropología Social asociada al tema de las desigualdades, el bienestar y la cohesión social, y hay una Antropología crítica que a veces se convierte en Antropología militante y se posiciona como anticolonial, antiglobalización y/o, entre otros, anticapitalista y antisistema.
Luego, hay una cuarta Antropología, la Antropología Aplicada generalmente cuestionada desde la Antropología crítica porque trabaja en proyectos con administraciones, empresas, centros de investigación y organizaciones alejadas del mundo académico. Es decir, la Antropología cubre un inmenso espacio social, de ahí las dificultades por explicar qué hace la Antropología en un mundo como este (Para conocer el alcance de la Antropología como disciplina, puede consultarse la obra de Veronica Strang (2009) What Anthropologist do). No es aquí el lugar para tratar de estas diatribas académico-profesionales. Baste añadir, que cuando al término Antropología le añadimos el prefijo Tecno, estamos complicando un poco más el imaginario de las gentes. Sin embargo, de la misma manera que hay una Business Anthropology, una Market Anthropology, una Organizational Anthropology, una Industrial Anthropology, una Digital Ethnography, una Military Anthropology o una Design Anthropology como especialidades profesionales de la Antropología Aplicada, hay también una Technoanthropology.
La tecnoantropología trabaja con los fenómenos tecnoculturales, ya sea facilitándolos (por ejemplo contribuyendo al fomento de la cultura digital y diseñando cultura o espacios de innovación), estudiándolos (por ejemplo, explicando el fenómeno de la cultura digital) o explorándolos (por ejemplo, participando en proyectos de innovación tecnológica para generar demanda tecnológica, identificar requerimientos de usuarios, co-diseñando conceptos, probando la usabilidad de las tecnologías o explorando los usos de los nuevos productos o servicios tecnológicos). Es decir, la tecnoantropología, como especialidad, se circunscribe en la intersección entre la tecnología y la cultura. Pero, en el s. XXI, cuando hablamos de esta intersección lo hacemos pensando fundamentalmente en las tecnologías digitales y las avanzadas (la que se incluyen en el cuarto sector de producción).
La tecnoantropología, pues, se ocupa específicamente del fenómeno de la tecnocultura digital e industrial. Dentro de este campo, unas veces trabaja con diseñadores, desarrolladores, ingenieros y investigadores de mercado para domesticar los nuevos objetos y servicios tecnológicos para que sean realmente útiles a los usuarios (Usabilidad y User Experience Research) y, otras veces, diseña proyectos de investigación e innovación social o tecno-cultural, o concibe y potencia espacios de intersección entre la tecnología, la sociedad y la cultura así como programas de actividades de difusión de la cultura digital y de la innovación. Es decir, en ambos casos, la Tecnoantropología trabaja para el cambio y la transformación teniendo en cuenta la experiencia de las personas y sus necesidades reales. En este sentido, los tecnoantropólogos proporcionan una dosis de realismo al entusiasmo tecnológico de los diseñadores e ingenieros porque contrastan sus diseños (o designios) y sus prototipos con personas reales y en condiciones de vida cotidiana. El resultado es una especie de validación social de la tecnología por parte de los usuarios que sirve para mejorar los prototipos o, cuando se considera oportuno, dar un viraje a los proyectos porque los usuarios no ven clara la utilidad de los nuevos objectos o servicios.
A pesar de las diferencias manifiestas entre las distintas Antropologías, la tecnoantropología comparte con todas las otras Antropologías una misma herramienta, la etnografía y el análisis cualitativo. Es decir, que para conocer, por ejemplo, la interacción entre las personas y las máquinas, el tecnoantropólogo irá a los lugares donde se encuentran estas personas (o si es necesario creará y dinamizará una comunidad de usuarios), se implicará con ellos, y explorará esta interacción con ellos. Es decir, se utilizará a si mismo como fuente de conocimiento entendiendo que, si él (o ella) vive las mismas experiencias que los usuarios, entonces, les resultará más fácil entender a los usuarios. Esta manera de conocer a través de la etnografía y la autoetnografía es la mejor aportación que puede hacer el tecnoantropólogo a los proyectos de cambio y transformación.