Conectar la universidad con la empresa es una de aquellas tareas siempre necesarias pero que resultan difíciles de llevar a cabo. De una efectiva relación y transferencia de conocimiento entre la universidad y la empresa dependen tanto los servicios de prácticas universitarias, como las bolsas de trabajo para los graduados, como algunos contratos de investigación con grupos de investigación o contratos de compra o explotación de patentes resultado de la I+D universitaria con empresas.
La aproximación entre la universidad y la empresa es un reto recurrente en la actualidad. Se empezó a hablar de la «tercera misión de la universidad» o de su contribución al emprendimiento y al crecimiento económico (ver el artículo de Bueno y Casani) al mismo tiempo que se impulsaba nueva generación de parques científicos y tecnológicos en Europa a partir de la década de los 90s. Esta nueva generación de parques científicos y tecnológicos partía de la idea que para impulsar una I+D+i efectiva debían crearse espacios en los que se encontraran y cooperaran la universidad, la administración y las empresas. Leydesdorff y Etzkowit llamaron a este modelo, modelo de la triple hélice ( ver la Home page de Leydesdorff) . Con mayor o menor fortuna las universidades públicas europeas impulsaron la creación de parques científicos y tecnológicos para que aglutinaran la investigación, el desarrollo, la transferencia de tecnología al mercado (la innovación) y el emprendimiento. Sin embargo, esta eclosión de parques científicos y tecnológicos estaba relacionada con un tipo de investigación que tenía en cuenta las ciencias físicas, químicas y naturales, así como las ingenierías, pero raramente incluía a las ciencias sociales y a las humanidades. Catalunya, por ejemplo, siguiendo la iniciativa del Parque Científico de Barcelona se especializó en investigación biotecnólogica lo que le permitía conectar el sistema médico-sanitario, la industria farmacéutica, la química, los laboratorios de análisis y otras empresas de servicios con el mundo de la salud.
A principios del 2000 se empezó a tomar consciencia de de que las industrias culturales podían funcionar como un factor de crecimiento económico y, por lo tanto, del valor estratégico del fomento de la tecnocultura y de las industrias creativas (Ver Hawkes (2001): The fourth pillar of sustainability: culture’s essential role in public planning, La Cultura Como Factor de Innovación Económica y Social o el Manual de la UE para el fomento de la cultura para el desarrollo . Las nuevas tecnologías han abierto un espacio para la creación de nuevos productos y servicios culturales así como para la renovación de los existentes. Parece, pues, que la tecnocultura es una oportunidad.
El próximo 7 de octubre tendremos ocasión de conocer uno de estos esfuerzos para conectar la investigación en tecnocultura académica con las industrias creativas a través de una iniciativa de la UOC, la Iª Jornada Doctorat Industrial en Creativitat i Cultura Digital, y comprender mejor este tipo de acontecimientos.
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